Si bien los vinos de la Sierra Norte alcanzaron una notable popularidad entre los siglos XV y XVII, la posterior enfermedad de algunas cepas y el aislamiento de la comarca condenaron, prácticamente, al olvido al producto de esta tierra.
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Así, y mediante el impulso de iniciativas privadas, se han venido cultivando nuevas variedades de vid como la Tempranillo, la Chardonnay, o la Merlot, que dan lugar a vinos blancos y tintos, jóvenes y de crianza, de enorme calidad. La apuesta por la innovación es una de las señas de identidad de esta indicación geográfica, que cuenta con reglamentación propia desde el año 2004.
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